Por Rómulo López Sabando
Publicado originalmente en Diario Expreso
Hace 20 años, cuando viví en China, visité Japón y conocí la leyenda de los tres monos sabios. Nikko, ciudad “luz del sol”, Patrimonio de la Humanidad, (Unesco), situada 140 km al norte de Tokio, con balnearios, centro religioso y turístico, capillas decoradas en su exterior con figuras de animales, dioses de deslumbrante belleza, concita sentarse al amanecer a mirarla y permanecer arrobado hasta el anochecer. Uno de sus pilares se esculpió en sentido contrario para evitar celos de los dioses ante tanta belleza y perfección. “No digas -maravilloso- hasta no ver Nikko”, se dice en Japón. Cuenta la leyenda que el símbolo de Nikko son los 3 monos sabios, que ocultan su sabiduría tapando con sus manos su boca, oídos y ojos. “No escuches ningún mal, no hables ningún mal y no veas ningún mal”. Kikazaru, se cubre los oídos, para no oír los chismes, pero tiene el sentido de la vista para observar al que realiza malas acciones.
Le transmite a Mizaru, que cubre sus ojos para no ver lo indebido y es quien le habla a Iwazaru (que cubre su boca, para no hablar), pero escucha los mensajes y decide la pena que los dioses aplican al desafortunado. Los monos eran los mensajeros de los dioses para delatar, con mágicos conjuros, malas acciones de los humanos. Guardianes del mausoleo de Toshogu, y de que nadie interrumpa el sueño del gobernante (Shogun), los monos sabios incitan a tener prudencia Ver, oír y callar, he allí la filosofía. En cambio mi amigo, Paco Pérez de Antón, español en Guatemala, (Ingeniero, economista, filósofo, pensador profundo en economía, empresario de éxito), sostiene que hay un cuarto mono que, inconforme con sólo ver, oír y callar, sale a recorrer el mundo, con su libertad a cuestas.
Tiene el valor para abandonar prejuicios, enfrentarse consigo mismo, reconocer las debilidades de sus argumentos y los riesgos y responsabilidad de tomar la libertad, que se pierde si no se ejerce. Este cuarto mono, que emigra, abandona su patria para ir al mundo a trabajar, a crear riqueza, pagar impuestos, producir bienes y servicios, financiar estudios (y enviar remesas), se convence que la libertad y la competencia empresarial son un imperativo moral. Aunque muchos no entienden, cómo un “vulgar” carnicero (empresario) gane más que un eminente catedrático y que mucha gente prefiera un buen bistec antes que leer a Aristóteles. El cuarto mono busca sociedades libres y prósperas para instalarse.
La gente quiere hoy “su” porción de bienestar. Y la quieren ya. Guayaquil es una de ellas. Es hogar que inmigrantes nacionales y extranjeros adoptan. Aquí encuentran trabajo, amigos, crédito, negocios, progreso, profesión, familia. El cuarto mono rescata y aplica valores: Fe, inteligencia, responsabilidad. Tiene talento para entender conceptos como la paz, la cooperación social, la Justicia, el Derecho, el Estado, la propiedad privada y el mercado libre, entre otros. Reeduca su rutina y hace del conocimiento el antídoto contra el temor ya que el mercantilismo ni el socialismo, ambos subdesarrollados, demuestran tener la fuerza para lograr bienestar con libertad.
Si el uno avanza a paso de tortuga, el otro lo hace a la velocidad del caracol. E igual que hace 25 siglos, el dilema es: Atenas libre e ilustrada o Esparta tirana y dogmática. Nada acerca más a la verdad como la limpia y honesta pelea del que duda. Nos recuerda la urgencia de tomar decisiones prontas, no sea que, como en la fábula del vasco Félix María Samaniego, (1745-1801), lleguen los perros y pesquen a los descuidados conejos inmersos en estériles discusiones.