Por Rómulo López Sabando
Publicado originalmente en El Expreso de Guayaquil
“La finalidad perseguida por las leyes no está en abolir o limitar la libertad, sino en preservarla y aumentarla. La libertad presupone el poder actuar sin someterse a limitaciones y violencias que provienen de otros. Tampoco consiste en que cada uno haga lo que le plazca. ¿Qué hombre sería libre si el capricho de cada semejante pudiera gobernarlo? La libertad consiste en disponer y ordenar al antojo de uno su persona, sus acciones, su patrimonio y cuanto le pertenece, dentro de los límites de las leyes bajo las que el individuo está, y, por lo tanto, no en permanecer sujeto a la voluntad arbitraria de otro, sino libre para seguir la propia”, dijo John Locke (1632-1704).
“La democracia extiende la esfera de la libertad individual, el socialismo la restringe.
La democracia le da todo el valor posible a cada hombre; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un número. La democracia y el socialismo nada tienen en común sino una palabra: igualdad. Pero mientras la democracia busca la igualdad en la libertad, el socialismo busca la igualdad en la restricción y la servidumbre”, dijo Alexis de Tocqueville (1805- 1859), jurista, político e historiador francés, en su obra “La democracia en América”, un clásico de la ciencia política, la sociología y la historia.
Advierte sobre los peligros potenciales “para la democracia” y “de la democracia”.
Está contra la tiranía de las mayorías, el despotismo popular, la violencia partidista y la subordinación de los más capaces a los prejuicios de los ignorantes. Predijo la ausencia de libertad intelectual y la degradación de la administración pública, la decadencia de la asistencia social, la educación y las bellas artes. Abogó por la caridad privada en vez de la ayuda del Estado para el cuidado de los pobres.
Tocqueville, fue bisnieto de Guillaume de Malesherbes; (1721-1794) abogado y político francés (director de la oficina de Censura) quien permitió la publicación de la Enciclopedia de Diderot, que sin su ayuda nunca habría ocurrido.
Logró la anulación de las “letras de cachet”, (matasellos, de cancelado, prisionero o muerto) sustento de arrestos arbitrarios. Pese a su avanzada edad fue detenido, declarado antirrevolucionario y guillotinado con su hija, yerno y nietos.
La eliminación de las “letras de cachet” sustentó la irretroactividad de las leyes penales. En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (artículo 8) de agosto de 1789 se consagró la legalidad de los delitos y de las penas, (nullum crimen, nullun pena sine lege). Limitó el arbitrio en las sanciones y tipos de delitos. Promovió el primer Código Penal (octubre-1791) con ideas del Marqués de Becaria como la abolición de la pena de muerte para delitos comunes, pero no para delitos políticos.
En agosto de 1793 se dictó pena de muerte para quien distribuyera o imprimiera la Declaración de los Derechos o ejemplares de la Constitución.
En septiembre de 1793 la “Ley de Sospechosos”, impuso pena de muerte a los que, “por su conducta o por su correspondencia, escritos o discursos fuesen “enemigos de la libertad”, los que no demostrasen haber cumplido los “deberes de ciudadano”, a los que se hubiesen negado “certificaciones de virtud ciudadana”, los ex nobles y los maridos, mujeres, padres, madres, hijos o hijas, hermanos o hermanas de los emigrados, siempre que no hubiesen demostrado su adhesión a la revolución”.
Adolphe Thiers, (1797-1877), Presidente de la Tercera República (1871-1873) dijo: “No hay una clara exigencia de abolir los privilegios sino, más bien, de alcanzarlos. Se está contra el privilegio siempre y cuando no se lo posea”.
No comments:
Post a Comment