Gabriel Gasave del Instituto Independiente acaba de re-publicar un editorial de mi padre publicado hace un año sobre el seis de marzo. Nadie se ha acordado de esta efemérides con el conflicto en el que estamos, pero no está demás citar y recordar esta frase que sigue siendo tan válida como en la epoca de la revolución marcista:
Todas las Constituciones endiosan al Estado centralista, feudal y
provinciano que origina la pobreza, concentra la riqueza y corrompe la
justicia. El centralismo destruyó la “revolución marcista” (la segunda
independencia) que nos liberó de los venezolanos. Y lo que vino
después, como se dijo de la “primera” independencia, fue, “último día
del despotismo y primero de lo mismo”. Y en la coyuntura política
actual ocurre “más de lo mismo”.
Link: El Independent: Esclavitud constitucional. He puesto el link pero lo pueden releer más abajo.
Esclavitud constitucional
Por Rómulo López Sabando
El Expreso de Guayaquil
06/03/2007
Insolente, intemperante, abusivo, arrogante, grosero y prepotente. Se
creía providencial. Montó una Asamblea Constituyente. Pretendía que su
presidencia durase ocho años, más otra reelección. Que el Congreso se
reuniera cada cuatro años, los senadores duraran 12 y los diputados
ocho. Fue reelegido. Su gobierno (e impuestos) fueron calificados de
“funesto, oneroso y terrible”. Su Constitución es conocida como la
“Carta de la esclavitud”.
Hoy
6 de marzo se recuerdan 162 años (1845) de la revolución marcista (no
marxista) que derogó la “Carta de la esclavitud” impuesta el 15 de
enero de 1843 por el venezolano Juan José Flores (1801-1864) con
treinta y seis asambleístas. (Treinta y dos empleados del Estado y diez
militares extranjeros). Los abusos de dineros, atropellos de militares
extranjeros, su sospechosa participación en el asesinato de Antonio
José de Sucre Alcalá (1795-1830) y fracasada negociación limítrofe con
Perú, desencadenaron la revolución.
Los “notables” (las fuerzas vivas) de Guayaquil, liderados por José
Joaquín de Olmedo Maruri (1780-1847), Vicente Ramón Roca Rodríguez
(1792-1858), Diego Noboa Arteta (1789-1870), Vicente Rocafuerte
Bejarano (1783 1847), Gabriel García Moreno (1821-1875), el sacerdote
cuencano (Fray) Vicente Solano Vargas-Machuca (1791-1865), los
militares Antonio Elizalde y Fernando Ayarza, y miles más, combatieron
al caribeño-venezolano y su “Carta de la esclavitud”. Rocafuerte
calificó a los asambleístas de “jenízaros”, (hijos de madres
extranjeras con soldados del emperador turco).
“Derrocando al pérfido tirano, volverán vuestros usurpados
derechos...”. Y Olmedo, el líder, dijo “Los hombres hábiles ambicionan
convencer. Los mediocres o sin talento no aspiran sino a mandar”.
Los “notables” (las fuerzas vivas) de Quito, (intelectuales,
filósofos, antiguos patriotas del 10 de Agosto de 1809 y del 2 de
Agosto de 1810, librepensadores y anticlericales), que postulaban “la
mayor felicidad posible para el mayor número de personas”, formaron (en
1833) contra Flores, la “Sociedad El Quiteño Libre” con un periódico
del mismo nombre. Su ídolo, Vicente Rocafuerte, fue desterrado. Los
otros fueron asesinados.
El accionar cívico y político de los “notables” (las fuerzas vivas)
de Guayaquil, Quito y Cuenca respaldados por las revueltas populares en
Costa y Sierra y el manifiesto militar nacionalista, hicieron la
revolución marcista, derrocaron al venezolano e instalaron en Cuenca el
6 de marzo de 1845, un gobierno provisional con Chimborazo, Pichincha,
Imbabura, Carchi, Manabí.
Guayaquil inició la lucha por la “autonomía” para consolidar la
nacionalidad, deteriorada por el centralismo y contra 15 años de abusos
y atropellos del venezolano. Ecuador fue un nombre escogido de la línea
imaginaria que divide al planeta. Irreal, postizo, engañoso, obra del
venezolano-caribeño, que impidió fuéramos República de Guayaquil o
República de Quito. Pero esto, ya es historia. Vivimos una realidad que
debemos adecuarla al siglo XXI. Ecuador nos identifica y cobija a
nuestra patria. Hay que robustecerlo.
Todas las Constituciones endiosan al Estado centralista, feudal y
provinciano que origina la pobreza, concentra la riqueza y corrompe la
justicia. El centralismo destruyó la “revolución marcista” (la segunda
independencia) que nos liberó de los venezolanos. Y lo que vino
después, como se dijo de la “primera” independencia, fue, “último día
del despotismo y primero de lo mismo”. Y en la coyuntura política
actual ocurre “más de lo mismo”.
Si queremos salir del marasmo, inmovilidad, desgano, miseria y
emigración, que nos tiene exhaustos, en la próxima Asamblea debemos
archivar el centralismo (el Estado nacional) que aún rige en pleno
siglo XXI. El bienestar, riqueza, posibilidades de satisfacer
necesidades básicas, son viables por la cantidad y calidad de inversión
competitiva en trabajo productivo. Según The Wall Street Journal,
Ecuador, ocupa la posición de pobreza 108 entre 157 países.
Debemos ir al “estado de Derecho”, bajo un esquema federal, con
plenitud de las autonomías y reconocimiento dinámico de las
nacionalidades, etnias y diversidades indígenas y autóctonas de la
Costa, Sierra y Oriente, unidos a los que nacimos y hacemos vida en
nuestro territorio, que sentimos que es nuestra patria. El hambre, la
desnutrición, la pobreza, los niños que trabajan, el analfabetismo y la
falta de acceso al agua son temas prioritarios que se solucionarían con
las autonomías y el Estado federal.
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